Este mes de mayo he hecho algo que me llena por dentro y que, a veces, en medio del ritmo del día a día, se me olvida lo necesario que es: he dedicado tiempo a inspirarme. Me he escapado a Palencia para disfrutar del festival de fotografía de Castilla y León FIFCYL, que ha inundado la ciudad de talento, creatividad y emociones.
Recorrer las calles y los espacios expositivos ha sido como abrir pequeñas ventanas a otras formas de mirar el mundo. Cada autor, cada serie, cada imagen tenía algo que decir. A veces un susurro, a veces un grito, pero siempre una historia. Me he emocionado, me he detenido, he observado con calma… y he vuelto a casa con el corazón más lleno y la mirada más despierta.
Como fotógrafa, creo profundamente en la necesidad de seguir alimentando el alma con arte. De ver lo que hacen otros, de dejarse sorprender por estilos distintos al tuyo, por enfoques diferentes, por temáticas que te remueven o que te reconcilian con lo cotidiano. No solo es un ejercicio estético; es también una forma de crecimiento.
Este festival ha sido un recordatorio de por qué hago lo que hago. De por qué cada vez que alguien se pone frente a mi cámara siento una enorme responsabilidad —pero también un privilegio—: el de contar su historia con luz.
Quiero dar las gracias desde aquí a todas las personas que hacen posible este tipo de iniciativas culturales. Gracias por llevar la fotografía a la calle, por acercarla a todo el mundo, por recordarnos que el arte también vive fuera de los museos y de las pantallas.
Y a ti, que estás leyendo esto: ojalá también encuentres espacios que te inspiren, que te hagan parar y mirar el mundo con otros ojos. Porque a veces, una sola imagen puede cambiarnos por dentro.
Sobre el festival
El festival internacional de fotografía de Castilla y León se celebró durante el mes de mayo y ofreció una propuesta fotográfica abierta, diversa y cercana, con exposiciones repartidas por distintos puntos de la ciudad. Una cita imprescindible para los amantes de la fotografía y del arte en general.
